sábado, junio 17, 2006

Camine con mi padre por la blanca arena rocosa de la playa del norte, camine una ves mas, el invierno nortino explotaba rojo en el fondo de un horizonte montañoso y acuático, el agua y su monótono ruido extendido y espumoso que va y viene con las conchas y piedras, nos acompañaba todo el rato y era el único ruido que se escuchaba, yo y mi padre íbamos en silencio, cuantas veces habiamos corrido por esta y otras playas juntos, su figura grande, trote seguro, pesado como el de un boxeador, muchas veces corrí detrás de mi padre un metro, dos, me gustaba escuchar el ritmo de su respiración, verlo avanzar, hombros hacia delante.
Caminamos en silencio, lo mire, el me miro y me sonrió, lo vi con su gamulan y esa onda hippienta que tanto me gustaba, flaco de pelo negro, preparando un asado, arreglando cosas, planchando en medio del pequeño living, manejando el escarabajo, la luz bajaba y tras de nosotros, no se porque hoy, se proyectaban todos las escenas de nuestra vida juntos, como miles de pantallas una tras otra, a lo largo de la playa, casi tocando la blanca arena limpia y el agua, me gire y trate de tocar algunas, pero era imposible, las atravesaba y ellas seguían moviéndose, como proyecciones, tu solo sonreías e incluso mirabas hacia el mar.