Maria llego del mercado con las bolsas cargadas, harina, zapallo, huevos, Maria iba a hacer sopaipillas.
La casa de mis abuelos en la calle Gorbea. En el centro de Santiago.
La peluquería al frente, llena de sillas espaciales para que las señoras se secaran el pelo, navajas de otra epoca.
Al fondo, las piezas, dos seguidas unidas por una puerta, un pequeño patio rojo para colgar la ropa. Al final del patio a la derecha una cocina, que es donde recuerdo a mi abuela, con sus grandes he hiperquineticas manos, cocinando mucho, nos entregaba cariño a través de la comida, a través de las sopaipillas, es increíble. A la izquierda un baño muy blanco y grande. En este baño yo me escondía a ver si en revistas como Cosas y Caras, que sacaba de la peluquería, encontraba alguna mujer desnuda, mi mente de niño inquieta y deseosa de algo de pornografía, deseosa de ver una pechuga erótica, o un poto.
La mesa del comedor era grande, mi memoria me puede fallar pero recuerdo que mi abuelo, mas bien serio y siempre de corbata y sombrero, se sentaba en la cabecera, calentando sus manos de una manera bastante peculiar he indescriptible, mi padre también lo hace hoy y creo que yo igual, mi abuela no paraba su carrera entre la cocina y la mesa hasta que estuviera todo listo, hasta que todos tuviéramos todo, entonces se sentaba, acomodaba las cosas a su alrededor, y comía. Mi abuela comía mucho, pero era muy flaca, tenía la costumbre de la sopa, la ensalada, el plato de fondo, y el postre, de onces muy abundantes, pero era muy flaca y nerviosa. Creo que mi abuela si le temía a Dios y seguramente lo amaba de todas maneras. Ella era muy religiosa.
Mi abuelo murió cuando yo era bien chico, mi imagen de él esta en un sillón mirándonos, hablando con mi padre, como en la foto, una imagen cariñosa, de amor serio, no muy expresivo, yo era un niño.
Mi abuela Maria, murió hace poco, ella era más física, siempre quiso que me bautizara y nunca lo hice, siempre quiso que la llamara más, siempre me pidió mas cariño del que le di, lo suyo fue incondicional hasta el día de su muerte, un amor ciego, de abuela, de único primer nieto.
La casa se la llevó el terremoto.
Maria miró la repleta olla de las sopaipillas pasada- cabrá otra?- miro la fuente de las sopaipillas secas, igual de llena, se limpio las manos en su eterno delantal de cocina, estuvo en silencio unos segundos, calculando, en eso sintió la puerta de la calle y un correteo torpe por el pasillo de madera, voces, llegaron.
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